Edificios neogóticos de Gaudí: un homenaje a la Barcelona medieval

2019-01-03

Si pensamos en el legado arquitectónico imperante en Barcelona a muchos nos viene a la cabeza el Modernismo, santo y seña de nuestra ciudad y elevado a la categoría de arte gracias a nombres como Gaudí, Domènech i Montaner o Puig i Cadafalch, aupados a su vez por el dinero y la pretensión de la burguesía catalana. Sin embargo, antes de esa eclosión, hubo otra corriente arquitectónica previa que también dejó huella en nuestra ciudad: la arquitectura neogótica, movimiento surgido del rechazo al racionalismo neoclásico. 

En ese contexto, a finales del siglo XIX, las clases altas barcelonesas fomentaron y financiaron las construcciones neogóticas, con la voluntad de entroncarse y posicionarse como herederos del esplendor del que gozó Cataluña en su pasado medieval. No fue este un fenómeno meramente local, pues ya se había extendido por toda Europa. Primero desde el Reino Unido y después desde Francia al resto del continente tras la caída del imperio napoleónico. Así, durante todo el siglo XIX el continente, al abrigo de los diferentes nacionalismos, los nuevos territorios surgidos del Congreso de Viena experimentaron una fiebre neogótica con la que todos buscaban ensalzar su pasado más glorioso. Por ello, además de levantar nuevos edificios inspirados en el estilo gótico, se restauraron y completaron recintos medievales, como castillos y catedrales.

Nuestra ciudad no fue una excepción. Fue gracias a esa corriente que, aprovechando la designación de Barcelona como organizadora de la Exposición Universal de 1888, el ayuntamiento de nuestra ciudad decidió restaurar la fachada de la catedral de Barcelona, y se dictó que el estilo a aplicar sería el neogótico imperante en ese momento. Algo parecido sucedió con el mal llamado Barrio Gótico, que si bien tiene origen medieval, e incluso romano, fue reconstruido y medievalizado de manera artificial entre los siglos XIX y XX, cuando adquirió el aspecto con el que ha llegado hasta nuestros días. Fue tan dominante esa corriente que hasta Gaudí la abrazó durante un periodo de su carrera. Aunque eso sí, asumiéndola de forma libre y personal, intentando mejorar sus soluciones estructurales, ya que la consideraba un estilo imperfecto.


 Torre Bellesguard

De todas las creaciones llevadas a cabo durante su periplo neogótico, la que mejor cumple esa voluntad de reconocimiento medieval es, sin duda, la torre Bellesguard (1900-1909), puesto que había sido la antigua residencia de veraneo del Rey de Aragón Martí l’Humà (s. XIV-XV). Con ese espíritu, Gaudí diseñó un edificio de planta cuadrada, con cierto aspecto de fortaleza, y utilizó elementos propios del lugar, como la piedra pizarrosa, con la que quiso integrar el inmueble en el marco natural que la envolvía. Con sus cuatro vértices orientados a los cuatro puntos cardinales, el edificio cuenta con un mirador y una torre almenada como principal distintivo, que se alza sobre el resto del edificio en forma de cono truncado por una bandera catalana y una corona real, en homenaje a su pasado cortesano, de la que surge una cruz de cuatro brazos. 

Detalle de la Torre Bellesguard.©Daniel_Garcia_Peris

 

Colegio Teresiano de Ganduxer

Hasta llegar a Bellesguard, Gaudí ya había explorado antes el estilo neogótico en otros edificios, tanto en Barcelona como en otros lugares de España, como el palacio Episcopal de Astorga o la Casa Botines de León, proyectos a los que pudo optar gracias a sus buenas relaciones con algunos de los personajes más ilustres de su tiempo. El primero de todos, que da inicio a su etapa neogótica, fue el Colegio de las Teresianas de Barcelona, encargado por San Enric d’Ossó. El fundador de la Compañía de Santa Teresa de Jesús ordenó construir un complejo que pudiese albergar a la vez un convento, un internado y un colegio, función que sigue desempeñando en la actualidad. Aunque en primera instancia el responsable del proyecto era Joan Baptista Pons i Trabal, el renombre y la fama de Gaudí como arquitecto y como persona devota hicieron que finalmente el encargo recayese sobre él. Dado el escaso presupuesto que la orden tenía para llevarlo a cabo, se tuvo que optar por materiales pobres, como el ladrillo y la piedra, que cumplían con la voluntad de reflejar el voto de pobreza de las religiosas. 

Colegio Teresianas. ©Enfo

Aún así, Gaudí no renunció a crear elementos decorativos jugando con la colocación del propio ladrillo, alegando que ello no suponía un incremento en el coste final. De ese proceso creativo ha trascendido una anécdota que muestra las constantes presiones recibidas para ceñirse al presupuesto. Ante una queja o comentario de Enric d’Ossó, Gaudí contestó: “Cada cuál a lo suyo, mosén Enric: yo a hacer casas, usted a hacer misas”. 

Cierta o no, lo que sí refleja esta anécdota es la voluntad del arquitecto de dejar su sello allá dónde iba. Buena muestra de ello es la columnata asimétrica realizada en la primera planta del edificio, con 26 pilares a un lado y 25 al otro, como representación de una naturaleza en la que no existe la simetría. O el pilar sin adornos hecho así para simbolizar a Dios, y del que nace una escalera de 14 peldaños que muere en la pared, como símbolo de que más allá de Dios no hay nada.

Arcos del colegio Teresianas. ©Javi_Lopez_Bravo


Bodegas Güell

Como su apellido indica, esta construcción fue un encargo de Eusebi Güell, gran mecenas de Gaudí durante toda su vida. En esta ocasión el proyecto consistía en levantar unas bodegas en una finca situada en Garraf (Sitges) en la que el industrial poseía viñedos y una cantera de piedra caliza, que sirvió para alzar el complejo e integrarlo en su entorno, tal y como le gustaba hacer a Gaudí en sus creaciones. Dirigido por el ayudante de Gaudí Francesc Berenguer, la obra se llevó a cabo entre 1895 y 1897. Arquitectónicamente, las bodegas tienen una planta cuadrada rectangular y cubiertas de gran verticalidad, que otorgan al complejo un perfil piramidal muy acentuado. En su interior cuenta con cinco plantas, dos de ellas subterráneas para ser usadas como bodegas, una planta baja para cochera y para el servicio, la primera para la vivienda y la superior, que contaba con un porche-mirador orientado al mar y una capilla abovedada. 

Bodegas Güell. ©Canaan

Tras su cierre en 1936 el recinto ha sobrevivido hasta nuestros días, adaptado como restaurante, y se puede visitar e incluso alquilar para eventos y ceremonias. Buena opción para descubrir una de las obras más desconocidas del genio de Reus. Casi tanto como el estilo en el que se inspira y que tantos edificios y construcciones ha dejado en nuestra ciudad. Y es que en arquitectura hay vida más allá del Modernismo. También en Barcelona. 

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