Zoom in al origen del Eixample en Barcelona
Aunque cuesta imaginarlo, hubo una época en la que el actual distrito del Eixample era un páramo en el que solo había campos y cultivos que separaban la Barcelona amurallada de pequeñas villas como Gràcia, Horta, Sarrià, Sant Andreu, Sant Martí de Provençals o Sants. Nos situamos en el siglo XIX, en el que una ordenanza municipal prohibía, basándose en una estrategia militar, construir cualquier tipo de edificación en una distancia de 150 varas castellanas (el alcance de una bala de cañón) a contar desde las murallas. Así se tenía controlado cualquier tipo de asalto a la ciudad, dejando al descubierto cualquier ejército invasor.
Esa medida y la fuerte limitación territorial de la ciudad (el mar por un lado y las murallas por el otro) hicieron que Barcelona solo pudiese crecer hacia arriba, edificando plantas sobre pisos ya existentes. Faltaban espacio e infraestructuras y las condiciones de salubridad eran pésimas. En 1818 vivían en Barcelona 83.000 personas. En 1850 ya eran 187.000. La ciudad se colapsaba intramuros mientras que las afueras estaban llenas de campos desiertos. Ante esta situación fue creciendo un clamor popular que pedía soluciones inmediatas.
Este movimiento cristalizó en 1841 en un manifiesto llamado ¡Abajo las murallas! Memoria acerca de las ventajas que reportaría a Barcelona, y especialmente a su industria, de la demolición de las murallas que circuyen la ciudad. En élse detallaban las mejoras que reportaría a la ciudad poder crecer a lo ancho, y no a lo alto. Aún así, pasarían 13 años hasta que el gobierno aprobó el derribo de las murallas tras una epidemia de cólera que arrasó la ciudad en 1854. Con ese decreto se convocaba también un concurso municipal de proyectos para urbanizar todo el territorio que se extendía desde el río Llobregat hasta el río Besòs. El ganador de ese concurso fue el arquitecto Antonio Rovira Trias, aunque desde el gobierno central se impuso otro proyecto presentado por el ingeniero Ildefons Cerdà, que diseñó un plan en el que primaba una intención higienista y que se adaptaba a un orden geométrico que permitía un crecimiento casi ilimitado.
Cerdà diseñó un plan urbanístico de calles rectilíneas, paralelas y perpendiculares entre sí, formando unas cuadrículas tridimensionales llamadas manzanas. Una de las particularidades fue la de presentar las esquinas con un ángulo de 45º para garantizar una mejor visión. Con este proyecto, Barcelona se adapta al futuro y ensancha sus calles, habilitándolas para el uso de transportes públicos (tranvía, tren) o privado (carros y coches). El plan Cerdà supuso la extensión de Barcelona hasta absorber las antiguas villas independientes de su periferia. Con el paso de los años el llamado “pla de Barcelona”, acaba generando los actuales barrios de l’Esquerra de l’Eixample (Antiga y Nova), la Dreta, Sant Antoni, Sagrada Familia y el Fort Pienc.
El desarrollo del Eixample coincidió en el tiempo con el surgir de un movimiento llamado Modernismo, que abarcó diferentes disciplinas, y que en nuestra ciudad cristalizó en el campo de la arquitectura gracias al mecenazgo de la burguesía industrial catalana que encuentra en la nueva corriente una forma de satisfacer sus ansias de modernización y de manifestar su riqueza y su distinción. Este afán por demostrar estatus social se extendió durante cinco décadas y generó la proliferación de edificios sorprendentes y originales diseñados por jóvenes arquitectos del momento: Gaudí, Domènech i Montaner, Puig i Cadafalch, Enric Sagnier, Adolf Ruiz Casamitjana…Entre 1880 y 1930, aproximadamente proliferaron fachadas llenas de color, mosaicos, esgrafiados, galerías acristaladas, formas y relieves sinuosos y transgresores para la época, balcones de hierro…Fue un periodo muy fértil en el que se dotó de gran belleza no solo el nuevo barrio sino también otras zonas de la ciudad, como el edificio La Rotonda.
La mayor concentración de esas edificaciones se encuentran en el 'Quadrat d'Or' (Milla de Oro), sin duda la zona más privilegiada del Eixample y que está delimitada por la calle Aribau y el paseo de Sant Joan, las rondas de Sant Pere, Sant Pau y Universitat y la avenida Diagonal. El Quadrat d'Or está considerado como un museo al aire libre con obras de Antoni Gaudí, Domènech i Montaner y de Puig i Cadafalch, entre otros. Un paseo por el Quadrat d’Or nos permite admirar una inmensa cantidad de joyas arquitectónicas, fruto del desplazamiento de la residencia burguesa desde la ciudad antigua hasta el Eixample central, hacia el 1900. Entre los edificios más destacados se encuentran: la Casa Terrades o Casa de les Punxes, la Casa Lleó i Morera, la Casa Amatller, la Casa Batlló, La Pedrera o Casa Milà, la Casa Calvet... entre otras.
Si ya es exclusivo el llamado Quadrat d’Or, más lo es la denominada Manzana de la Discordia, un conjunto de casas situadas en el Paseo de Gracia, entre las calles de Aragón y Consejo de Ciento. En esta manzana del Eixample encontramos representados los tres arquitectos más importantes del Modernismo: la Casa Lleó i Morera (1902-1906) de Lluís Domènech i Montaner, la Casa Amatller (1898-1900) de Josep Puig i Cadafalch, y la Casa Batlló(1904-1906) de Antoni Gaudí. La denominación de Manzana de la Discordia surgió entre los barceloneses, haciendo un símil con un episodio de la mitología griega que nos cuenta la boda de Tetis (divinidad del mar) y Peleo (padre de Aquiles), al que fueron invitados todos los dioses excepto Eris, la Diosa de la Discordia. Muy enfadada, se presentó en el banquete dejando en la mesa de los regalos una manzana de oro con la inscripción: Kallisti (para la más bella). La manzana fue reclamada por Hera, Atenea y Afrodita. Para evitar discusiones, Zeus propuso que se hiciera un juicio presidido por Paris, príncipe de Troya, para decidir para quién sería la manzana de oro. Las tres diosas le intentaron convencer, y finalmente Paris dio la manzana de oro a Afrodita, que le había prometido el amor de la mujer más bella del mundo: Helena, mujer del rey de Esparta. Y este hecho provocó la Guerra de Troya.
De ahí que los barceloneses, que tampoco se ponían de acuerdo sobre qué construcción era más bella “bautizasen” el lugar de esa manera. ¿A cuál de las tres casas modernistas le corresponde la manzana de oro? Aunque en Núñez i Navarro, por motivos obvios, defendamos la belleza y la singularidad de la casa Lleó i Morera, un espacio histórico rehabilitado como edificio de oficinas, la respuesta a esa disyuntiva no la encontrarán en este post. Afortunadamente, ese debate ya parece superado y la opinión generalizada en la actualidad es que las tres construcciones son historia viva de nuestra ciudad, hijas de un tiempo, de un contexto y de un espacio, el Eixample, de singular belleza. ¡Disfrutémoslo!